miércoles, 12 de febrero de 2014

Desconecté y viví

Hace más de 300 días que no paraba y el desvelo de Domingo logró tal hazaña. Hace dos días me despedí de mis compañeros de trabajo por vacaciones y solo uno me quedó por saludar. Soy tan colgado. Va, mi jefe me descolocó con unas preguntas y me fui ilusionado con un mambo mío. Claro, eso me hizo olvidar que me quedaba una despedida. No es especial, pero, es la única persona que aunque me lleve 7 años puedo hablar de cualquier tema, varias horas. Soy tan colgado.

Ya pisando mi barrio, descolgué y decidí enviarle la despedida por mensaje. Fue breve, pero me dijo algo tan particular que fue motivo de mi desvelo, además de larga siesta Dominguera, y de ésta cita. Sin muchos colores, adornó el saludo con un “Disfruta y desconectate”. Y sí, 300 días que no paraba, y eso necesitaba.
Es difícil parar, intentar desconectarse. La vida te vuelve auto-exigente, y cuando más pueda tirar de la soga, lo hará. Que los días sean iguales, las rutinas de memoria y siempre el mismo ciclo. Eso es no poder parar. Seguir, tirar, correr, hablar, escuchar, levantarse, correr y un sinfín de actividades que exigen en cierto momento, desconectarse. Así como un juguete que se queda sin pilas y se inmoviliza, así estoy ahora. En el silencio de trasnoche, el celular que por suerte no suena hace más de 1 hora, y si quiero ruido, pongo muy bajo mi banda de rock favorita.

Es curioso que a casi 4 días de vacacionar con mis amigos, estando cuasi eufórico, hable de desconexión. Nada es eterno, ésto no es la excepción. Unas horas, quizás dos o tres días, nada más. Desconectarse del mundo y vivir la tranquilidad que durará apenas un lapso muy corto. Tan corto, que luego, quedarán 300 días y un poco más de pura actividad. La vida misma. La exigencia para triunfar o simplemente sobrevivir.


Me desconecté, escribí y viví. Así, pretendo recargarme. Vienen 300 días y en ellos, una semana que promete ser agitada. No desespero, todo llega en cuestión de segundos. Porque así vivimos, en segundos. Vivimos conectados y nunca vemos la aguja lenta del reloj. Siempre es por porciones y en una cantidad rejuntas de horas. Todo llegará rápido, porque así vivimos, a mil quinientos. No, me desconecté y que llegue todo lento, que pase lento y así vivir… mucho mejor.

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