jueves, 16 de mayo de 2013

Somos extraños


El video en YouTube no cargaba más, el videojuego me cansó y nuevamente recaí  a mi extrañeza. El celular que no deja de vibrar, y el frío que se escabulle por debajo de la puerta, para apoderarse de mi cuarto. Recaí en mi extrañeza.

Aburrido, y desconcertado, recordé que hacía 2 semanas no leía mi blog favorito. Entré por supuesto, y un texto me recordó una mala pasada. Va, mala porque no obtuvo fruto y una vez más logró desilusionarme. Dicen que para no vivir amargados, no hay que vivir de ilusiones. Eso, queda hermoso en la teoría, en la práctica llega sin pasar factura. Sigo maldiciéndome por aquella mala pasada, y recalcándome lo estúpido que fui. Si ni siquiera te tuvo piedad aquella noche, no iba a tenerlo entre colores, canciones, y un circo donde era (o quería ser, como siempre)  la actriz principal. No. Fuiste un estúpido.

Corría aquella noche común, y con algunos mensajes por responder. Un número no agendado, pero que conocía con exactitud, dejó un mensaje al corazón. No tardaron en temblar las manos, en enfriarse el cuerpo y en sentir un millón de momentos. Las caricias se hicieron reales, los besos carnales. Te tocaba y te volvía a hacer el amor. Estaba otra vez sentado en la mesa de tu casa, y en el sillón te expresaba mi amor. Volví a tomarte de la mano en Tigre, y a coleccionar en tu billetera las entradas del cine. Aquello pasó en un sinfín de segundos y la bronca mezclado con enojo corrompió los recuerdos. ¿Qué pretendía luego de tantos meses?. Nunca pude entenderlo, porque fui un estúpido.

Me volviste a engatusar, sacaste toda tu maldad. Jugaste con aquellos años y me convenciste de algo que nunca volvió a ser. No te estoy odiando. Fuiste un capítulo y el libro está en la biblioteca juntando polvo.  Pero recaí en mi extrañeza y recordé lo perversa que fuiste. Me quisiste tener ahí, comiendo de tu palma. Y yo, volví a ser un estúpido. De hecho, no recuerdo por qué quise darte el gusto, y hasta me sale una mueca de costado. Estoy tan bien, tan libre que permito reírme de mi errores. Vos desenmaduraste y yo me creo más “Señor”. Quizás por tal desencuentro, debimos abandonar el crucero del amor. Recaí en mi extrañeza.

Mi extrañeza es rara y aún no puedo sacarme ese texto de mi cabeza. El desencuentro y el encuentro que nunca prosperó. Dos semanas previas a la gira de tu circo, me quisiste tener ahí. Fui tan estúpido que hasta te mande una correspondencia. Ahora me cierra el por qué tuve que recurrir a ciertas herramientas para escribirla. Nada salió de mi corazón. Lo único mío fue la tinta de la lapicera y la hoja arrancada del cuaderno de Análisis 1. Hacía tiempo no sentía y aquellos sinfines de recuerdos, no fueron más que eso: recuerdos.

Recaí en mi extrañeza y recordar aquel episodio me vuelve a confirmar que mi rara extrañeza no te extraña.  Y lo extraño de que no te extraño, es que ya somos extraños. Extraños que cumplieron su meta. El ser felices. Nunca leímos la letra pequeña, donde jamás se especificó que la felicidad iba a ser  en conjunto. La alegría desborda y las puertas se abren. Recaí en mi extrañeza, y sé que soy raro, pero por suerte, es toda mía.

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