jueves, 31 de octubre de 2013

Dos veces digo adiós

El sábado amaneció un poco resacado. Las abejas revoloteaban las flores de mi jardín y un rayo de sol me penetró sin permiso. No quedaba otra que despegarse de aquel montón de plumas enfundados y comenzar el día. De costumbre, casi sin que existiera un plan, ese sábado sabía que iba a verte. Acomodé la mesa donde poco estudio y mucho acumulo, estiré la cama y pregunté cúando iba a estar la comida. Es que, no veía la hora de caminar por Junín hacia su casa. Le envié los “buenos días” y morí en la espera. La amaba así. Todo parecía normal, casi por demás. Mi inicio universitario venía con entusiasmo y nada podía salir mal.

Remera, bermuda y las zapatillas que compramos juntos, me vestían. Chapeando felicidad, perfección y estabilidad, fui en busca de ella. Llegué, la besé, me enamoré y la volví a besar hasta cerrar la reja blanca. Pasé y unos cuantos abrazos familiares me recibieron tan bien como siempre. Todo sigue normal. “La casa está en orden”. Charlamos vagamente y el dolor impertinente de la gira, se hacía presente. Sus caras no eran de agrado, pero nadie me quitaba lo bailado. Distante, seca y repugnante, así podría describir hoy su actitud de ese día. En fin, nada importaba. Estaba enamorado y al verla, parecía que el mundo clavaba freno de mano.

La noche se hizo luna en una perfecta oscuridad estrellada. Vos, yo y las ganas de hacerte mía como siempre. Seguías distante, pensativa. “No, no me pasa nada”. Prefería mantenerme callado, quizás estaba en esos días en que no queres que te aturdan, y yo, me sentía un estorbo. “Bueno, me pido el remis así me voy yendo”. “No, espera” me dijo, y así sentí  una cuadrilla de albañiles cavándome el pozo más exorbitante. Los ojos se me secaron, el corazón me latía a mil y los oídos se llenaron de frases que me hacían sentir culpable. Tus ojos pasados por agua y los abrazos que me dabas, no fueron suficientes para tapar el crimen más perfecto. Que bien la armaste. Siniestra y perfecta, tu plan salió redondo. Tapaste con tierra las pruebas en  tinta, cartones de colores, corazones y promesas incumplidas. Olvidaste en ese momento y para siempre las tardes de sonrisas, tu mano y mi mano sin soltarse y las películas debajo de tu acolchado rosa. 

Ese día y para siempre, te fuiste. Hoy sos texto y el principio a un final que me animé a relatar. Porque así decreto, el final a relatos burdos de historias pasadas y me reservo un viaje a nuevos enfoques. Dos veces digo "Adiós", recordando aquél final y despidiéndote de acá. “Que seas feliz” y brindo porque así sea... a pesar de su hermosa perversión. 

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