El sábado amaneció un poco resacado. Las abejas revoloteaban
las flores de mi jardín y un rayo de sol me penetró sin permiso. No quedaba
otra que despegarse de aquel montón de plumas enfundados y comenzar el día. De
costumbre, casi sin que existiera un plan, ese sábado sabía que iba a verte.
Acomodé la mesa donde poco estudio y mucho acumulo, estiré la cama y pregunté
cúando iba a estar la comida. Es que, no veía la hora de caminar por Junín
hacia su casa. Le envié los “buenos días” y morí en la espera. La amaba así.
Todo parecía normal, casi por demás. Mi inicio universitario venía con entusiasmo
y nada podía salir mal.
Remera, bermuda y las zapatillas que compramos juntos, me
vestían. Chapeando felicidad, perfección y estabilidad, fui en busca de ella.
Llegué, la besé, me enamoré y la volví a besar hasta cerrar la reja blanca.
Pasé y unos cuantos abrazos familiares me recibieron tan bien como siempre.
Todo sigue normal. “La casa está en orden”. Charlamos vagamente y el dolor
impertinente de la gira, se hacía presente. Sus caras no eran de agrado, pero
nadie me quitaba lo bailado. Distante, seca y repugnante, así podría describir
hoy su actitud de ese día. En fin, nada importaba. Estaba enamorado y al verla,
parecía que el mundo clavaba freno de mano.
La noche se hizo luna en una perfecta oscuridad estrellada.
Vos, yo y las ganas de hacerte mía como siempre. Seguías distante, pensativa. “No,
no me pasa nada”. Prefería mantenerme callado, quizás estaba en esos días en
que no queres que te aturdan, y yo, me sentía un estorbo. “Bueno, me pido el
remis así me voy yendo”. “No, espera” me dijo, y así sentí una cuadrilla de albañiles cavándome el pozo
más exorbitante. Los ojos se me secaron, el corazón me latía a mil y los oídos
se llenaron de frases que me hacían sentir culpable. Tus ojos pasados por agua
y los abrazos que me dabas, no fueron suficientes para tapar el crimen más
perfecto. Que bien la armaste. Siniestra y perfecta, tu plan salió redondo. Tapaste
con tierra las pruebas en tinta,
cartones de colores, corazones y promesas incumplidas. Olvidaste en ese momento
y para siempre las tardes de sonrisas, tu mano y mi mano sin soltarse y las
películas debajo de tu acolchado rosa.
Ese día y para siempre, te fuiste. Hoy sos texto y el principio a un final que me animé a relatar. Porque así decreto, el final a relatos burdos de historias pasadas y me reservo un viaje a nuevos enfoques. Dos veces digo "Adiós", recordando aquél final y despidiéndote de acá. “Que seas feliz” y
brindo porque así sea... a pesar de su hermosa perversión.
Espero con ansias tu proximo post.. !
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