La coraza te mata, te arruina. No pudiste salir, el telón no
se abrió. Amagaste unas cuantas veces y te faltaron agallas. No pudiste
despegarte de tu ego, ni aquellos piropos pasajeros que tantos te alimentan. No
voy a decírtelo, está clarísimo, no somos cielo. El infierno siempre nos ganó
la pulseada. Tan perversa, tan hermosa. Es que, nunca imaginaste tener que
decidir.
Te quedaste en aquél desamor, y cerraste la ventana para
jamás volver a distinguir cual era el clima. Con un dedo no se tapa el sol y con
una cortina no se deja de escuchar las gotas de la lluvia. Pusiste en silencio
el corazón y apuesto que la razón, no va a ayudarte a comprender hacía dónde
querías ir. El atajo es más fácil, aunque es posible que nadie espere al final
del camino. La ruta está llena de baches, obstáculos, pero siempre va a estar
esa persona especial esperándote con los brazos abiertos. Me quedé solo al final de
la ruta, parece que tomaste el atajo. Te fuiste sin mis abrazos y te llevaste unos besos a cuestas.
No te culpo, es que, el infierno siempre nos ganó.
A fin de cuentas, nunca supe que camino querías tomar, aunque sé que elegiste el peor. El atajo, el fácil. Camino oscuro, lleno de carteles poco visibles. Luz hay de sobra, solo que no te permitís abrir los ojos. Vas tan de memoria que te atreviste a dejarme al final del otro camino, solo. Tranquila, será solo un momento. Alguien que lo merezca lo tomará y comenzaré a ser cielo.
No te culpo, es que, el infierno siempre nos ganó.
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