lunes, 22 de abril de 2013

Un año y dos mil cosas

Un par de meses me mantuvieron ocupados, pero un simple desvelo me trajo hasta estas líneas. Un desvelo luego de tragos con amigos, en aquel bar de Maipú. Noche para busito y las anécdotas que corrían interrumpidas por risas y un manto de sorpresas.

Es cierto que cuando sos feliz, y manejas las oportunidades de la vida a tu gusto, todo es más fácil, ligero y los meses se pasan en un par de pestañazos. Tal es así, que pierdo la cabeza el fin de semana, y en lo que resta, la tengo atada a unas mil o dos mil cosas. Y cuando tenes una simple noche de desvelo, con mucha tranquilidad y buen rock and roll de fondo, caes en la cuenta que paso un año de aquellas tormentas espantosas. Vientos sofocantes, partícipes de un crimen que no fue. Llantos incontrolables, desgano constante y por supuesto, actitudes inexplicables.

Transcurrió un año y entre tanto extravío con sus dos mil cosas, encontré la ruta exacta para seguir. La misma que vengo trazando hace un largo tiempo. Un año, en donde aquella se llenó de actitudes positivas hacia mí y unas cuantas negativas. Por supuesto, no podían faltar algunos traidores. ¿Cómo condimento?, historias nuevas, de gente que nunca creí conocer. Fue fácil, a mi entender, (con una actitud un poco egocéntrica) reconocer con quién poner la mejor máscara y con quién transparentarme cual vaso de agua. También fue un año, en donde conocí a quién tuve al lado por unos años, y me saque aquella ceguera de quien creí que era. Me cerraron muchísimas charlas inconclusas. Y hasta agradezco que aquella noche de Marzo, lo que parecía perfecto, se rompiera y no tuviera cobertura contra todo riesgo. Descubrí en un año, que la ruta a seguir esta en aquello que realmente nos llena.

En un año, me encontré a mí mismo. Me planté un espejo del cual nunca había tenido la oportunidad de plantar. Quizás por inmadurez, o por qué no, pensar que el post-desamor es totalmente necesario para verse en ese espejo. No sé. Va, en realidad, algo sí sé, y es que pude verme. Descubrí mí “prototipo” de mujer, y a aceptar virtudes y posibles desencantos. Aprendí sin dudas, a resolver problemas sin pelear, ni discutir. Pude aprender a decir “perdón, me equivoqué” más fácil y rápido que hace un años atrás. Y entre tantas otras cosas, desnudé una verdad preciosa, y es que: no te necesito. Ya no sos indispensable, y hasta olvidé si tu existencia permanece en esta tierra. Un año y dos mil cosas, me ayudaron a ver los verdaderos colores de la libertad e independencia. Libertad divina y una independencia, cada vez más pendiente de mí. Me volví mezquino en este año y realmente no dejo de quererme como nunca. 

¿Y el amor? ¿En un año no se vuelve a sentir amor? Nunca dejé de amar, jamás se deja de amar. Si hay pequeñas cosas que te hacen feliz, eso… eso es amor. Si me preguntan por el amor fraternal y combinados entre ambos sexos, respondería que “no tuve la oportunidad de volver a sentirme tan complacido como hasta en aquel año y monedas atrás”.
Por suerte, estoy acá. Desvelado y pensando en las dos mil cosas que habitúan en mi día y mañana tendré que hacer. Aunque, feliz. Feliz de pestañar un año y que cada vez mi ruta sea más plana. Ruta con horizontes muy visibles y libre albedrío para construirla a mi manera, sin olvidar por supuesto, mantener aquellas dos mil cosas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario