lunes, 3 de septiembre de 2012

Función suspendida, solo quedan los importantes.

Son exactamente 1.46 a.m. y el silencio de esta habitación y no de mi cabeza conlleva a darme cuenta que en aproximadamente 5 o 6 meses mi vida tuvo más sobresaltos y cambios constantes que nunca.

Admito y recuerdo cuando mi vida era rotundamente monótona y si bien no me quejaba, a veces me preguntaba qué pasaba si tal o cuál cosa. La vida por uno u otro motivo (no importa cual) creo que me lo dio todo y me lo quitó rápido. Me eche a dormir y la fama me quedo grande. Una fama que me hicieron personas que me “conocieron” de novio y ni siquiera saben como era mi vida antes. Pero claro, por algo encomille aquella palabra, si son las mismas personas que les gusta el chismerío, en las que su vida pasa por saber de los demás, criticar y no mirarse a si mismos. Aquellas en las que se nutren de “mierda” y por supuesto con lo que respecta a mi, son personas que ni siquiera se tomaron el trabajo de saber quien soy, de dónde vengo, qué hago con mi vida, etc. Eso por suerte me da la satisfacción de saber que los que me conocen no tienen absolutamente nada para criticarme, y si así lo tuvieran, son personas que están hace años a mi lado.

La vida me dio todo dije. Pero no. En realidad me dio todo lo que pensé que quería una vez acomodada mi estantería y al final me di cuenta que todo era un telón. Por momentos no existió obstáculo para mi, y con un chasquido obtenía todo, pero no. No, no y no.  Asemejándolo a la vida cotidiana es como cuando te compras eso que tanto anhelaste y a medida que pasan los meses le vas dando menos importancia. Lo malo es que esto, no se trata de objetos, si no de sentimientos.
De repente vi mi figura en un desierto y ahí es cuando caí en la cuenta de que los payasos, leones, malabaristas y aquellos actores que conformaban el circo, habían desaparecido. Como cuando uno sueña y las secuencias no tienen relación ¿viste?, así, desaparecieron ellos. Insisto, si lo hicieron quiere decir que no les interesaba mucho seguir formando parte del “acting” o nunca quisieron interiorizarce con mi espectáculo. Capaz, huyeron porque consiguieron una rápida remuneración y les alcanzo con unas míseras limosnas.

Pero cuando parecía que nada podía seguir cambiando, reaparece un viento fuerte, de esos que no te esperas venir y causan destrozos. Tal es así que la estantería que creí acomodada, con el título enderezado y alfabéticamente armado, se desplomó. Los libros quedaron abiertos, las hojas dobladas y por fin me di cuenta que nunca iba a poder ser el director de ese maldito circo. Que aunque me de miedo muchísimas cosas, lo que vale son los sentimientos y que esos sí, no se pueden tapar con libros cerrados.

Entre tantas cosas, afirmo vivir en una total incertidumbre. Que no puedo asegurar que aquel viento sea pasajero y deje una tormenta, o se quede un tiempito para despejar las nubes y colocar al sol debajo de mi cabeza. Y a pesar de eso, por suerte, aunque sienta que soy considerado por unos pocos, son esos que de verdad van a estar a mi lado porque les interesé siempre. Lo importante persiste a pesar de todo, el resto... el resto desaparece.